martes, 5 de octubre de 2010

MARINA LEZCANO, un centauro de labios pintados

Cuenta la leyenda, que algunos seres primitivos se sorprendían al ver a un hombre montado a caballo, tanto que pensaban que se trataba de un único ser, de un extraordinario ejemplar de la naturaleza.
La misma sorpresa habrá generado la irrupción en el turf nacional de una mujer pequeña, nacida una noche de reyes en la ciudad sureña de Lomas de Zamora.

Marina Lezcano necesitó de mucho temple para ingresar a una actividad que era "cosa de hombres", pero soportó los prejuicios y cumplió su anhelo.
Desde muy pequeña ya participaba en carreras cuadreras en campos de San Vicente, hasta que un día intentó ingresar a la Escuela de Aprendices de La Plata, donde fue rechazada.
Pero eso de montar a caballo le gustaba mucho y efectuó un nuevo intento en la Escuela de Jockeys de San Isidro. Allí, apadrinada por el cuidador Juan Bianchi, llegaría a cumbres impensadas.

Marina Lezcano debutó en Palermo el 15 de diciembre de 1974 y llegó segunda.
A partir de ese día, su crecimiento fue sorprendente y llegó a codearse con los principales jockeys del país en poco tiempo. Por supuesto, no fue del todo bien recibida.
Cuando ganaba, todo era silencio, pero bastaba un mal resultado para que se escucharan voces que la invitaban a dedicarse a otros menesteres.

El 8 de octubre de 1976, Marina Lezcano se convirtió en la primera mujer que ganó el Gran Premio Nacional. Tenía 19 años y con esa victoria finalizaba su etapa de aprendiz y se recibía de jocketa.
También en 1976 ganó el tradicional Carlos Pellegrini y dos años después alcanzó lo máximo: la cuádruple corona, al ganar la Polla de Potrillos, el Gran Premio Jockey Club, el Nacional y el Pellegrini con un caballo que haría historia y que se llamaba Telescópico.

En 1981, la primera jocketa argentina ganó la estadística del Hipódromo de San Isidro. Fue su máximo logro y, por supuesto, otro gran triunfo del fabuloso Telescópico que poco tiempo después fue vendido a Europa en un millón de dólares.

En marzo del ‘86, el Hipódromo de Palermo se estremeció. El caballo que montaba Marina embistió la empalizada y la lanzó contra los palos. Su cuerpo quedó inmóvil.
Pero pudo superar también este trance.
Aprendió que a ella también le podía tocar el triste destino de algunos jockeys, y este sentimiento se intensificó en 1988, cuando su admirado Vilmar Sanguinetti sufrió un terrible accidente.

Poco a poco empezó a alejarse de la actividad, más aún cuando se casó con el cuidador Hugo Gutiérrez.
Su última carrera fue dramática. Ocurrió el 30 de abril de 1989 y Marina corrió aún creyendo que estaba embarazada. Fue el final.
En 1990 nació su hijo Eduardo y de inmediato la jocketa quedó relegada para siempre por la mamá.


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