viernes, 1 de octubre de 2010

BREVÍSIMOS CUENTOS

COBARDE
Solamente en las esquinas había un poco de luz. Apenas una lámpara ínfima.
Diez pasos y otra vez la oscuridad plena.
Trastabillando, tanteando el aire oscuro, adivinando dónde pisar, hasta llegar a la otra esquina.
Negro, todo negro.
Se asoma la luz tenue, pero diez pasos y ya es negrura otra vez.
Camino oscilando hasta la mitad de cuadra y allí estaba esperándome agazapada con su largo azote.
Lo último que supe de esta vida fue que la muerte era una vulgar cobarde.

ARNOUX
Arnoux vive en Lyon y afirma que todos los que viven en Lyon mienten.
Si es cierto lo que dice, miente.
Y si miente, es cierto lo que dice.

MEDIODÍA
“Algún día me voy a rebelar y tú vas a tener que seguir minuciosamente mis movimientos.
Tú serás mi esclavo a la luz del sol o de un farol.
Harás lo que yo hago y estarás con la mujer que yo quiera”, me dijo mi sombra el otro mediodía.

SATÉLITE
-          Cada vez que mires hacia arriba y veas que la Tierra te alumbra, recuerda mi amor.
-          ¿Estás dispuesto a sostener ese amor en el tiempo?
-          Por supuesto, soy un ser que tiene los pies sobre la Luna.

AMIGOS    
-          No tengo suerte con las mujeres. No me fluyen las palabras para darle vida al amor.
-          Yo tampoco tengo suerte. A mi no me fluyen las palabras para darle muerte.

INCISO
-          ¿Juras amarla y protegerla durante toda tu vida?
-          En el nombre de mi cerebro, juro. Ahora, por mi corazón no puedo poner las manos en el fuego.

SECRETOS DE ESTACIONES
* Aquel hombre que besare en la boca a una joven en la estación de trenes de Banfield, nunca más olvidará ese beso. Pero ella, en cambio, lo olvidará inmediatamente.
* Sobre una pared semioculta de uno de los baños de la estación Haedo hay una frase escrita que a veces desaparece. En letras multicolores dice: ¿Qué quieres a cambio de tu alma?
* En uno de los andenes de la estación Remedios de Escalada se suele ver a una mujer increíblemente hermosa. Tal es la potencia de esa belleza, que quien la mire a los ojos no podrá amar a ninguna otra mujer.
* Cada medianoche de cada sábado en la estación Caseros, quien recite en voz alta una frase que se pueda leer igualmente de adelante hacia atrás que desde atrás hacia adelante, podrá ver a sus vecinas danzar ligeras de ropas todas las demás noches de su vida.
Una ayuda para los exasperados: “Dábale arroz a la zorra el abad”.
* La estación Hipólito Yrigoyen, en verdad, no existe. Es sólo una ilusión óptica, una parada obligada que aprovechan los conductores de trenes para estirar sus músculos.
* Si alguien que estuviese parado en la estación Klostermann, donde aún circulan las viejas “chanchitas”, cavara la tierra hasta atravesarla, aparecería en la estación Osaka, donde funciona el famoso tren bala japonés.

DIÁLOGO
-          Andá y decile que la querés.
-          Pero es que no la quiero.
-          La querés, pero no lo asumís.
-          Vos estás loco.
-          Y vos sos un cobarde.
-          ¿Por qué me agredís?
-          Porque no tenés el valor de abrirle el corazón.
-          A ver si lo entendés, no quiero, ni siquiera sé si me gusta.
-          A mi me encanta.
-          Entonces declarale vos tu amor.
-          Es que no puedo solo. Vos también tenés que querer.
-          Aceptá tu individualidad. No quieras que yo haga lo que vos querés hacer.
-          Es que somos un equipo.
-          Vos estás muy loco.
(Fragmento del diálogo entre dos de las personas que contiene mi multitud interna).

BULEBÚ
- Viniendo de Tapalqué,
pasando por Tropezón,
me encontré con un chabón
que me decía de usté.
Yo le dije, escuche, ché
pues tengo bien entendido
que pa´ ganar el partido
porotos hay que sumar,
por eso quiero gritar
pa’ que me escuche el ¡Envido!
-          Flor.

EL BAR
Estoy sentado en un bar que tiene un nombre tan absurdamente en inglés que prefiero no nombrarlo.
Ella ingresa sin que nadie lo advierta … y camina hacia mi mesa.
Se sienta frente a mí.
Levanto la vista del papel en el que estoy escribiendo esta historia y la miro.
Tiene cara de desesperación y ojos opacos, gastados.
Ante mi asombro, me habla.
“Aquí estoy, acepto el trato”.
No sé que decir. Quiero alertarla de la confusión en la que incurre, pero no me deja.
“Lo pensé mucho y recién pude decidirme esta madrugada. Sé que valdrá la pena al menos esa alegría a cambio del resto”.
Quiero decirle que se calle porque está gastando palabras con la persona equivocada, pero no puedo hablar.
¿Qué le pasa a mi voz? ¿Qué le ocurre a mi boca? ¿Qué pasa con mi cuerpo?
Juro que esta mañana me miré en el espejo y no tenía esta cola rojo fuego.

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