martes, 5 de octubre de 2010

BREVÍSIMOS CUENTOS II

LA CUEVA
¿Cuánto tiempo hace que estoy en esta cueva?, ¿cómo llegué hasta aquí?
 Las paredes no tienen relieve y no puedo aferrarme para escalarlas.
 El aire es denso, cuesta respirar.
 No hay luz, ni movimientos. No veo el cielo hace días o años.
 Y no puedo salir de este suelo liso que solo me sostiene.
 Es una cueva extraña, no hay rocas, ni tierra, ni arena, ni agua.
 De pronto, amanece un movimiento. La cueva se estremece.
 Se escucha un ruido profundo, como si un gigante hubiese levantado con facilidad el techo.
 Asoma una pequeña luz, que se hace de a poco más intensa. Me elevo.
 Vuelo sin hacer esfuerzo alguno. Voy hacia la luz. Salgo a la superficie, por fin.
 Y muy azorado me escucho decir: "Amo, soy tu esclavo, pídeme tres deseos que te los cumpliré".

DUERMEVELA
Lo soñé a Quevedo, envuelto en polvo, en su polvo enamorado, con la cabeza erguida, el gesto inescrutable.
Atravesado por el mal de los tiempos, reía con ruido.
Y canturreaba un tango de Gardel.
Desperté.
Tenía entre mis manos dormidas una hoja suelta con el poema “Amor constante más allá de la muerte” mientras en la radio se oía “Anclao en París”.


EL OTRO LADO
Chuang Tzu, sé perfectamente que tú soñaste que eras una mariposa y te despertaste sin saber si eras un emperador chino que había soñado ser una mariposa o una mariposa que había soñado ser un emperador chino.
Quiero contarte que a mi me ha pasado casi lo mismo.
Si no fuera por mis alas multicolores creería ser el emperador de estas tierras.


YO – YO
Camino por la calle Azul. Casi estoy llegando a Alberdi cuando me veo venir.
Sí, ese hombre que viene caminando hacia mi soy yo.
El yo que camina hacia Alberdi está sorprendido. El yo que va hacia Directorio camina como si estuviese solo en el mundo, mirando a veces el suelo y a veces la nada.
Dudo, pero sigo el paso. El cruce será inevitable dentro de diez segundos.
Él (es decir, yo) amaga cruzar de vereda, pero no. Camina hacia mi (es decir, hacia él).
Cuando estamos a menos de tres metros el uno del otro, me detengo para llamar su atención. Pero su mirada sigue firme en esa nada que tanto lo entretiene.
Entonces, le chisto dos veces.
Él me mira de costado y me dice “no, maestro, no tengo ni una moneda”. Y sigue su camino hacia Directorio.
No hay dudas, ese soy yo.
A veces me levanto de mal humor y no me gusta hablar con nadie en la calle.


GRITO AHOGADO
Necesito que te enteres que estoy acá, que soy yo.
¿No me ves los ojos?
Me hice el extraviado, me acerqué a tu puerta, me gané tu mísera atención. Pero no te das cuenta de que volví y no puedo lograr que te enteres.
Cuando quiero gritar que te amo … sólo me sale un insólito ladrido, que parece ser mi único idioma en este nuevo cuerpo que habito.


IMPOSTERGABLE
Era solamente una cuestión de tiempo.
Él se dejó conquistar. Abrió su alma y finalmente se la entregó.
Ella recibió la ofrenda y sintió la impostergable necesidad de enamorarse.
De otro.


ENCRUCIJADA
Estadio Hernando Siles, de La Paz.
El periodista, situado al borde del campo de juego, ve como el jugador del Deportivo cae cerca suyo y queda inmóvil.
Se acercan a atenderlo y una frase escapa límpida del racimo de cabezas que lo observa: “se murió”.
Como el partido está por terminar y el equipo de radio ya no tiene batería, el periodista corre por el borde del campo, trepa los 120 escalones de la tribuna hasta llegar a la cabina de transmisión donde sus compañeros de radio esperan noticias.
Llega agitado por el esfuerzo y por la altura a la que aún no se acostumbra, se aproxima al relator y entrega la primicia en medio de una agitación constante: “González se murió”.
El relator lo miró a los ojos y un silencio profundo le caló los huesos. Peor se sintió al oír la pregunta helada que no esperaba: “¿Está seguro, Rospigliozzi?”.
Se le vino el mundo encima.
En realidad sólo había escuchado una frase suelta y su avidez lo llevó a precipitarse.
Bajó los escalones como un rayo para llegar al borde de la cancha nuevamente y confirmar la noticia.
Mientras corría supo que ya no sería el mismo.
A partir de ese instante sería un periodista sin trabajo y ridiculizado … o un hombre que para conservar su trabajo le había deseado la muerte a otro.

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