esa palabra sería equilibrio, el punto cero de las cosas.
La exacta sal,
el preciso gemido,
la caricia justa.
El amor vive muriendo de extremismos:
tanto dolor o tanto desgano,
mil voces o un silencio,
corazones heridos de muerte o intactos de nada.
También debería haber un equilibrio en el propio equilibrio,
un punto exacto en el propio punto exacto.
Millones de equilibrios son, inevitablemente, un desequilibrio.
Las exactitudes tienen que ser alguna vez inexactas para perdurar.
Nos conmovemos este instante en este punto de las cosas,
mañana tal vez sea excesivo o escaso.
Es la vida.
Andar como péndulos entre cumbres y honduras.
Tratando de encontrar ese punto cero donde la felicidad se deja ver.
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