miércoles, 21 de octubre de 2009

EL INFIERNO ESTÁ ENCANTADOR

Imposible soslayar las huellas en la piel.
Y ese extraordinario futbolista llamado Diego Maradona nos dejó huellas imborrables.

Fuimos parte de su mano en el gol a Shilton, gambeteamos con él a los ingleses en ese Azteca inmortal, volamos por el cosmos montados en su barrilete, impulsamos junto a él el pase para que Burruchaga definiera el Mundial, sufrimos el dolor de su tobillo hecho sandía en el ’90, lloramos como él cuando Matthaus levantaba nuestra copa, gritamos enloquecidos contra nuestras cámaras imaginarias el gol del flipper azul ante Grecia…

Fuimos cúspide en sus cúspides y llanura en sus caídas.
Subimos de su mano al Himalaya y nos quemamos con él en sus infiernos.

Fuimos de Argentinos Juniors, de Boca, del Barcelona, fanáticos del Nápoli, hinchamos por el Sevilla, por Newell’s.

Diego Maradona se hizo parte de nuestra vida.
Ser contemporáneo de tal genio y que se pusiera nuestra camiseta, fue una bendición que se nos transformó en deuda.
Maradona fue nuestra principal bandera.

Por eso mismo, dolió tanto verlo así.
Entregando el flanco, faltándose el respeto a sí mismo y posibilitando el festín que se hicieron con él los sabios de los medios.
Esos mismos que para terminar sus programas deportivos leían avisos de prostitutas en los diarios, se horrorizaron ante lo que Diego dijo.

Debo ser sincero: me pareció impropia y de mal gusto esa conferencia de prensa, pero viendo la calaña de los personajes que lo defenestraron horas después me dieron ganas de estar de su lado.

El Maradona futbolista se defendía desde su genialidad adentro de la cancha. Este Maradona entrenador no puede y explota por los aires.

Y lo que queda de sus explosiones, es carne de cañon para los sabios de este país: los sabios con micrófonos y los sabios de la calle.
El anterior técnico de la selección también se refirió a los periodistas con una grosería sexual y no se desató ningún cataclismo.

Maradona crea sus infiernos y a veces los siente encantadores… pero los artistas tienen el derecho a ser recordados por sus mejores obras.

Columna de Marcelo Mármol De Moura en Autos Continental (17 octubre 2009)




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