El 24 de junio de 1978, en el estadio de River, Brasil le
ganaba a Italia 2-1 y se quedaba con el tercer puesto del Mundial de Argentina.
Todo era nervio en el país. Nervio visible en el ámbito
futbolero y nervio angustioso y desesperado en el país subterráneo.
Argentina jugaría ante Holanda la final buscando su
primer título grande.
Todos hablaban de Kempes, de Passarella, de Fillol, de
Menotti, de Bertoni, hasta de los mellizos Van der Kerkorf, salvo en una
familia de Don Torcuato donde el gran nombre del día era el de Juan Román
Riquelme, simplemente porque había nacido.
El comienzo de esta historia con la pelota se instala en
una cuna repetida para el fútbol nacional: Argentinos Juniors.
Allí Riquelme empieza a despertar curiosidad por su juego
particular, su inteligencia y su postura de crack. Integra una camada de buenos
proyectos y como en el club de La Paternal hay problemas de todo tipo, los
chicos son colocados en una vidriera para que alguien los compre.
En el diario Olé del 18 de julio de 1996 aparece una nota
titulada “Tironeo por los dos pibes” que deja expuesta la chance concreta del
pase de Riquelme y La Paglia … a River.
Menos de cuatro meses después, Juan Román Riquelme
debutará en la primera de Boca.
Carlos Salvador Bilardo es el entrenador xeneize. El club
busca tomar una senda que desconoce últimamente: la de la victoria. Boca ha
ganado un solo título local en 15 años.
El 10 de noviembre de 1996, Boca juega ante Unión en la
Bombonera y Bilardo decide colocar desde el arranque al joven Riquelme con la
número 8 en la espalda. Juega con tal desparpajo y serenidad que la hinchada lo
despide con una ovación.
Será el primer acto de amor correspondido.
Su primer gol llegará dos semanas después, en una goleada
ante Huracán.
Ya en 1997, Riquelme se consagra campeón mundial sub 20
en Malasia, de la mano de José Pekerman. Román es el capitán en la final que
Argentina le gana a Uruguay 2-1. Hay grandes nombres en ese equipo: Aimar,
Samuel, Cambiasso.
Por Boca pasa Héctor Veira y deja una escasa huella. A
Riquelme lo recuesta sobre la banda izquierda, las veces que lo pone en el
equipo principal colmado de estrellas como Maradona y Caniggia.
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Y Riquelme, ya con la camiseta número 10, se convertirá
en el titiritero de esa obra que llega hasta cimas impensadas.
Boca gana tres títulos argentinos, logra el mayor invicto
de la historia, gana dos Libertadores y una Intercontinental ante el Real
Madrid.
Es el equipo número 1 del mundo según el ranking de la
FIFA y según lo que muestra en las canchas.
Antes de la consagración universal, Román establece por
su cuenta y cargo un feriado nacional para los hinchas de Boca: el día del
caño.
Fue el 24 de mayo de 2000, por la Libertadores, en la
Bombonera y ante River. El coprotagonista invitado para esa pintura fue el
colombiano Mario Yepes.
El 11 de agosto de 1999, en un amistoso disputado en
Alicante, el Boca de Bianchi le ganó al Barcelona de Van Gaal por 3-2, con una
deslumbrante actuación de Juan Román. Ese partido, más la final ante el Real
Madrid convencen a los dirigentes del Barcelona y Román pasa al equipo culé a
cambio de 13 millones de dólares.
Su paso por el Barca estuvo agarrado de los pelos. No
hubo piel con el técnico Van Gaal, el rendimiento no fue el esperado y de la 10
del Barcelona pasó a la 8 del Villarreal.
Allí renació futbolísticamente. Llevó al Submarino
Amarillo a lo más alto de Europa y se convirtió en el mejor futbolista de la
historia del club español.
El 25 de abril de 2006,
el Villarreal cayó en las
semifinales de la Champions League. Fue eliminado por el Arsenal al empatar 0-0
en España. Poco antes del final, el arquero alemán Lehman le atajó un penal a
Riquelme.
Tras
un conflicto con su entrenador Manuel Pellegrini, Román se va de España y
vuelve a Boca.
A
esta altura de su carrera, todo el mundo habla o ha hablado de él.
Ronaldinho
dice: “Riquelme es tan crack como Kaká”.
Luis
Aragonés va más allá: “Riquelme es mejor que Zidane”.
Diego
Forlán, no duda: “En Uruguay, Riquelme sería capitán e ídolo indiscutible”.
Maradona,
en su partido homenaje exclama: “La Bombonera es el templo de Román”.
El
Pibe Valderrama afirma: “Si no te gusta Román, no te gusta el fútbol”.
La
relación entre Riquelme y la Selección Argentina no ha tenido término medio:
descartado por algunos entrenadores (Bielsa en 2002) y endiosado por otros
(Basile, Pekerman).
Román
jugará el Mundial 2006 con el 10 en la espalda. Ese fue tal vez el único gris
de su paso por la celeste y blanca: fue un Mundial correcto, pero en el paladar
quedó la sensación de que le faltó sal a la preparación del plato.
Ya
estaba instalada en la sociedad futbolera el extremismo natural de los
argentinos: algunos lo despreciaban por “pecho frío”, otros lo endiosaban como
genio y figura.
El 20
de junio de 2007, Boca ganó la Copa Libertadores al vencer como visitante 2-0
al Gremio de Porto Alegre con dos goles de Román.
Fue
la copa de Riquelme. Cualquier equipo que lo hubiese tenido se habría quedado
con el trofeo.
El 23 de agosto de 2008, cerró su paso por la Selección Argentina
consagrándose campeón olímpico. El equipo de Batista le ganó 1-0 a Nigeria con
gol de Angel Di María.
Tiempo
después, llegó el momento de Maradona como técnico de la Selección y se desató
un conflicto: el 10 de marzo de 2009, por televisión, Juan Román
Riquelme presentó su renuncia por no compartir los criterios del entrenador.
El domingo siguiente, la Bombonera entregó su veredicto:
Riquelme goleó a Maradona en la preferencia de los fieles.
Hechas todas las cuentas, se podría decir que Riquelme
fue el único que no cedió al encanto Maradona. El único que no se detuvo en su
jagüel para beber el agua indispensable. El único que lo dejó plantado y no
murió en el intento.
Para
ese entonces la polémica era parte de su carrera: renovaciones de
contratos, lesiones, conflictos con Falcioni, declaraciones de algunos
compañeros, ida, vueltas, alejamientos, regresos.
Como todo héroe que transita por cielos e infiernos.
Alguien escribió alguna vez: “Riquelme tiene muchos
hermanos pero dentro de la cancha generalmente se comporta como hijo único”.
El 10 de Boca ha instalado varias modas: el festejo a lo
topo Giggio y la famosa frase “Riquelme está feliz”. Incluso la presidenta de
la República cuando se enteró de que sería abuela dijo: “Estoy feliz como
Riquelme”.
Tiene su estatua en el Museo de Boca y es, probablemente,
el jugador más trascendente de la historia del club.
Despierta odios y amores, sin medias tintas.
Ha jugado en estos 17 años … 647 partidos oficiales,
marcando 165 goles y conquistando 15 títulos.
Pronto será parte de la leyenda. El tiempo y su filtro
poderoso pondrá las cosas en su lugar en la memoria colectiva.
Entonces los padres le dirán a sus hijos: ¡¡¡Sabés cómo
jugaba ese Riquelme!!!.
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