lunes, 11 de noviembre de 2013

Riquelme, 17 años de magia

El 24 de junio de 1978, en el estadio de River, Brasil le ganaba a Italia 2-1 y se quedaba con el tercer puesto del Mundial de Argentina.
Todo era nervio en el país. Nervio visible en el ámbito futbolero y nervio angustioso y desesperado en el país subterráneo.
Argentina jugaría ante Holanda la final buscando su primer título grande.
Todos hablaban de Kempes, de Passarella, de Fillol, de Menotti, de Bertoni, hasta de los mellizos Van der Kerkorf, salvo en una familia de Don Torcuato donde el gran nombre del día era el de Juan Román Riquelme, simplemente porque había nacido.

El comienzo de esta historia con la pelota se instala en una cuna repetida para el fútbol nacional: Argentinos Juniors.
Allí Riquelme empieza a despertar curiosidad por su juego particular, su inteligencia y su postura de crack. Integra una camada de buenos proyectos y como en el club de La Paternal hay problemas de todo tipo, los chicos son colocados en una vidriera para que alguien los compre.
En el diario Olé del 18 de julio de 1996 aparece una nota titulada “Tironeo por los dos pibes” que deja expuesta la chance concreta del pase de Riquelme y La Paglia … a River.
Menos de cuatro meses después, Juan Román Riquelme debutará en la primera de Boca.

Carlos Salvador Bilardo es el entrenador xeneize. El club busca tomar una senda que desconoce últimamente: la de la victoria. Boca ha ganado un solo título local en 15 años.
El 10 de noviembre de 1996, Boca juega ante Unión en la Bombonera y Bilardo decide colocar desde el arranque al joven Riquelme con la número 8 en la espalda. Juega con tal desparpajo y serenidad que la hinchada lo despide con una ovación.
Será el primer acto de amor correspondido.
Su primer gol llegará dos semanas después, en una goleada ante Huracán.

Ya en 1997, Riquelme se consagra campeón mundial sub 20 en Malasia, de la mano de José Pekerman. Román es el capitán en la final que Argentina le gana a Uruguay 2-1. Hay grandes nombres en ese equipo: Aimar, Samuel, Cambiasso.

Por Boca pasa Héctor Veira y deja una escasa huella. A Riquelme lo recuesta sobre la banda izquierda, las veces que lo pone en el equipo principal colmado de estrellas como Maradona y Caniggia.
A mediados de 1998 llega a la vida del club de la Ribera quien será el señor de los anillos, de las coronas y de las vueltas olímpicas: Carlos Bianchi.
Y Riquelme, ya con la camiseta número 10, se convertirá en el titiritero de esa obra que llega hasta cimas impensadas.
Boca gana tres títulos argentinos, logra el mayor invicto de la historia, gana dos Libertadores y una Intercontinental ante el Real Madrid.
Es el equipo número 1 del mundo según el ranking de la FIFA y según lo que muestra en las canchas.

Antes de la consagración universal, Román establece por su cuenta y cargo un feriado nacional para los hinchas de Boca: el día del caño.
Fue el 24 de mayo de 2000, por la Libertadores, en la Bombonera y ante River. El coprotagonista invitado para esa pintura fue el colombiano Mario Yepes.

El 11 de agosto de 1999, en un amistoso disputado en Alicante, el Boca de Bianchi le ganó al Barcelona de Van Gaal por 3-2, con una deslumbrante actuación de Juan Román. Ese partido, más la final ante el Real Madrid convencen a los dirigentes del Barcelona y Román pasa al equipo culé a cambio de 13 millones de dólares.
Su paso por el Barca estuvo agarrado de los pelos. No hubo piel con el técnico Van Gaal, el rendimiento no fue el esperado y de la 10 del Barcelona pasó a la 8 del Villarreal.
Allí renació futbolísticamente. Llevó al Submarino Amarillo a lo más alto de Europa y se convirtió en el mejor futbolista de la historia del club español.

El 25 de abril  de 2006, el Villarreal cayó en las semifinales de la Champions League. Fue eliminado por el Arsenal al empatar 0-0 en España. Poco antes del final, el arquero alemán Lehman le atajó un penal a Riquelme.
Tras un conflicto con su entrenador Manuel Pellegrini, Román se va de España y vuelve a Boca.
A esta altura de su carrera, todo el mundo habla o ha hablado de él.

Ronaldinho dice: “Riquelme es tan crack como Kaká”.
Luis Aragonés va más allá: “Riquelme es mejor que Zidane”.
Diego Forlán, no duda: “En Uruguay, Riquelme sería capitán e ídolo indiscutible”.
Maradona, en su partido homenaje exclama: “La Bombonera es el templo de Román”.
El Pibe Valderrama afirma: “Si no te gusta Román, no te gusta el fútbol”.

La relación entre Riquelme y la Selección Argentina no ha tenido término medio: descartado por algunos entrenadores (Bielsa en 2002) y endiosado por otros (Basile, Pekerman).
Román jugará el Mundial 2006 con el 10 en la espalda. Ese fue tal vez el único gris de su paso por la celeste y blanca: fue un Mundial correcto, pero en el paladar quedó la sensación de que le faltó sal a la preparación del plato.

Ya estaba instalada en la sociedad futbolera el extremismo natural de los argentinos: algunos lo despreciaban por “pecho frío”, otros lo endiosaban como genio y figura.
El 20 de junio de 2007, Boca ganó la Copa Libertadores al vencer como visitante 2-0 al Gremio de Porto Alegre con dos goles de Román.
Fue la copa de Riquelme. Cualquier equipo que lo hubiese tenido se habría quedado con el trofeo.

El 23 de agosto de 2008, cerró su paso por la Selección Argentina consagrándose campeón olímpico. El equipo de Batista le ganó 1-0 a Nigeria con gol de Angel Di María.
Comparte equipo con Lionel Messi, Sergio Agüero y Fernando Gago.

Tiempo después, llegó el momento de Maradona como técnico de la Selección y se desató un conflicto: el 10 de marzo de 2009, por televisión, Juan Román Riquelme presentó su renuncia por no compartir los criterios del entrenador.
El domingo siguiente, la Bombonera entregó su veredicto: Riquelme goleó a Maradona en la preferencia de los fieles.

Hechas todas las cuentas, se podría decir que Riquelme fue el único que no cedió al encanto Maradona. El único que no se detuvo en su jagüel para beber el agua indispensable. El único que lo dejó plantado y no murió en el intento.

Para ese entonces la polémica era parte de su carrera: renovaciones de contratos, lesiones, conflictos con Falcioni, declaraciones de algunos compañeros, ida, vueltas, alejamientos, regresos.
Como todo héroe que transita por cielos e infiernos.
Alguien escribió alguna vez: “Riquelme tiene muchos hermanos pero dentro de la cancha generalmente se comporta como hijo único”.

El 10 de Boca ha instalado varias modas: el festejo a lo topo Giggio y la famosa frase “Riquelme está feliz”. Incluso la presidenta de la República cuando se enteró de que sería abuela dijo: “Estoy feliz como Riquelme”.
Tiene su estatua en el Museo de Boca y es, probablemente, el jugador más trascendente de la historia del club.

Despierta odios y amores, sin medias tintas.
Ha jugado en estos 17 años … 647 partidos oficiales, marcando 165 goles y conquistando 15 títulos.

Pronto será parte de la leyenda. El tiempo y su filtro poderoso pondrá las cosas en su lugar en la memoria colectiva.
Entonces los padres le dirán a sus hijos: ¡¡¡Sabés cómo jugaba ese Riquelme!!!.


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