Y la frase más escuchada al respecto fue: "si renuncia el técnico del campeón, qué queda para los demás".
Indudablemente aquí hay un tema de egos, porque Sabella no es el mismo del principio y no va a tolerar que nadie pise las plantitas que él se encargó de regar con tanta sabiduría. Y está bien que así sea, ya ganó medallas como para que se respete su voz.
Pero a veces los dirigentes se creen que son ellos los que hacen los goles y allí aparece el desequilibrio (recordar caso Macri-Bianchi).
Alejandro Sabella parece un señor correcto, de hablar cálido, de ideas claras y sin malintenciones.
Y con el respaldo suficiente para hacer prevalecer sus decisiones.
Verón dentro de la cancha y él desde afuera son los que conducen este barco de pantalones cortos. Y este es un barco que tiene sólo dos timones.
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