Sólo tres años después, ya debutaba en la Fórmula 1, a bordo de un March.
Y en 1974 llegó a la cima esperada: Ferrari.
Muy pronto, Lauda y Ferrari se convirtieron en el piloto y la escudería que marcaban el paso de la categoría.
En la temporada 1975 Lauda consiguió el primer título mundial de su carrera.
Al año siguiente, venció en cuatro de las primeras seis carreras, obteniendo el segundo puesto en las otras dos.
Al final de la novena fecha, disputada en Brands Hatch, Lauda había obtenido 61 puntos, más del doble de los que tenía su inmediato perseguidor, Jody Scheckter.
El segundo título parecía una mera formalidad.
Sin embargo, en el famoso y trágico circuito de Nurburgring, Niki Lauda sufrió un impactante accidente que le dejó graves heridas, con irreparables quemaduras al incendiarse su coche.
Estuvo al borde de la muerte, tanto que un sacerdote le dio la extremaunción.
Enorme ha de haber sido la sorpresa de ese sacerdote y de todo el mundo, cuando seis semanas después el austríaco volvió a las pistas.
Lauda perdió el campeonato por un punto con el inglés James Hunt, y se le achacó por siempre un abandono prematuro en una carrera realizada bajo un diluvio en el Gran Premio de Japón.
La anteriormente buena relación de Lauda con el equipo Ferrari se vio gravemente afectada, aunque fue campeón en 1977.
Incorporado al equipo Brabham en el ‘78, pasó dos temporadas sin éxitos y decidió irse. Para ese entonces ya había fundado una compañía de vuelos charter, a la que se dedicó a tiempo completo.
Pero en 1982, volvió a la competición, sintiendo que aún tenía una carrera como piloto por delante. Y con Mc Laren consiguió su tercer campeonato del mundo en 1984 con una victoria por medio punto sobre su compañero de equipo Alain Prost.
Tras su retirada en 1985 volvió a la gestión de su compañía aérea, Lauda Air.
En los años posteriores siguió ligado al circo máximo del automovilismo, pero gran parte de su vida y de su cuerpo quedó detenida en aquel fuego de Alemania.
Cuenta la leyenda, que un emperador de la China soñó una noche que era una mariposa y se despertó sin saber si era la mariposa que había soñado al hombre o el hombre que había soñado a la mariposa.
Lo mismo le debe haber ocurrido a Lauda en medio de aquella calamidad.
No sabía si era el hombre o el fuego.
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