lunes, 18 de octubre de 2010

UN DÍA COMO HOY ... SALTÓ 8 METROS 90 CENTÍMETROS

Hay instantes en la vida en que los astros se unen para generar momentos celestiales en las personas. Y a veces los deportistas los transforman en hazañas.
Muchos denominan a este fenómeno como “The zone”, que es un estado al que acceden algunos deportistas en ciertos momentos de su carrera. Un estado ideal absoluto para realizar su actividad, pues se trata de un punto en el que no hay pensamientos negativos y toda su atención y concentración se encuentran en una situación óptima.
Los cierto es que el cuerpo, el alma, hasta el último músculo, hasta la última neurona, el tiempo, el espacio, todo estuvo en plenitud el 18 de octubre de 1968 cuando Robert Beamon, nacido en Nueva York el 29 de agosto de 1946, realizó un salto inmortal, el salto del siglo.

Se estaban disputando los Juegos Olímpicos de México y ese salto prodigioso registró 8 metros 90 centímetros mejorando en 55 centímetros la marca anterior.
Este record estuvo intacto, imbatible, ni más ni menos que 22 años, 10 meses y 22 días hasta que en el Mundial de Tokio en 1991, Mike Powell saltó 8 metros 95 centímetros.

Antes y después de aquel salto milagroso, Beamon nunca se acercó siquiera a los 8,90. El instante mágico ocurrió solamente una vez.
La mejor marca antes del récord había sido de 8 metros 33 centímetros y después del instante de luz no superó los 8 metros 22 centímetros.
Todo el mundo del deporte y el propio Beamon no salieron de su perplejidad por aquel salto, tanto que los jueces no disponían de material para medir un salto tan largo, motivo por el que se retrasó la aparición del nuevo récord en el marcador manual.

El salto de Beamon generó admiración y controversias: el anterior campeón olímpico, Lynn Davies, dijo que había destruido la prueba y todos supusieron que esa marca duraría hasta el siglo XXI.

La carrera deportiva de Beamon se había iniciado en la Jamaica High School, en Long Island, Nueva York.
Y su retiro ocurrió poco después de obtener la medalla de oro.
No participó de los Juegos Olímpicos de 1972, pero al año siguiente volvió a la alta competición.
Luego fue entrenador y colaboró en la realización de los Juegos de Los Angeles en 1984.

Pero el 18 de octubre de 1968 fue el día más importante de su almanaque.
El día en que todos los componentes del universo se pusieron de su lado.

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