martes, 4 de enero de 2011

LOS JUEGOS OLIMPICOS PLAYEROS

Esto fue escrito el verano pasado, pero nada cambió ... o sí, pero no importa.

Aprovechando estos días de playa, me puse a observar que el movimiento esencial de cada parador, cada balneario o cada playa rasa es el deporte.
Si suspendemos un rato la incredulidad presenciaremos en nuestras arenas unos verdaderos Juegos Olímpicos.

A saber:

Fútbol: Si la tarde viene nublada, la playa se transforma en una especie de complejo futbolístico … partidos aquí, partidos allá: de cinco contra cinco, seis contra seis, de toda índole.
Cuando la tarde no está nublada, igual aparece el “fútbol dos”, que por lo general se trata de dos amigotes que se pasan la pelota de cuero número cinco con patadones que reíte de Schiavi.
Esa secta, catalogada por los demás veraneantes como “los energúmenos”, se la pasa pidiendo disculpas por los pelotazos que supimos conseguir.

Digresión.
A mi me gusta correr por la playa, y para amenizar voy pateando una pelota de plástico a la que alejo dos o tres metros de mi cada tanto para que me acompañe en el raíd. Pero he comprobado que no se puede. Las playas están plagadas de comedidos que se ven en la obligación de alcanzarme la pelota ya que piensan que yo la voy corriendo porque se me escapó y no porque estoy jugando a eso.
En 200 metros, cinco personas se vieron en la necesidad de intentar devolverme la pelota … y me rendí. Ahora corro mirando a las chicas, que dicho sea de paso, ya no le temen al cola less. Según mis estadísticas confiables, el 80% de las mujeres (de 15 a 50 años) no tiene ningún prejuicio con esa bendita modalidad.

Pero volvamos a la enumeración de los deportes playeros.

El tejo: Primera norma: si uno quiere ver un buen partido de tejo, busque canas (canas, en el sentido de pelo blanco). Ahí están los cracks.
Hasta he visto hacer “la gran Ronaldinho”. El tipo mira para un lado y tira el tejo para el otro, el círculo de madera vuela como un barrilete cósmico y se clava al lado del círculo pequeño (llamado bochín en las bochas, ergo “tejín” en el tejo).

Voley: El voley en la playa, salvo alguna generosa excepción, es una suma de voluntades multicolores. Cada cual hace lo que puede, que por lo general es poco.
Es como ver jugar a la Selección Argentina de fútbol: todos intuyen lo que hay que hacer pero nadie lo hace decentemente.

Paleta: Excelente en todo sentido. Para el que lo juega, por el despliegue y la calidad que le demanda. Y para el que lo mira, porque es de lo más entretenido.
Pero, como todo, tiene un problema: con el andar de los jugadores sobre la arena, ésta se va alunizando y la canchita termina llena de cráteres … y así no gana el mejor sino el que menos baches tiene en su terreno.

Atletismo: ¿Qué mejor que correr por la playa? Respuesta: 3 millones de cosas, pero bueno, a los que estamos acostumbrados a esquivar perros en Parque Chacabuco, una playa no viene nada mal.

Paremos aquí.
Por supuesto que hay más, pero con estas muestras alcanzan.
Para terminar, una observación: en el infinito mar lo único que casi no se practica es la natación. La gente ya no se mete al mar para nadar. Se mojan hasta la rodilla o se pegan un chapuzón y salen.
¡Con razón ya no aparecen Meolans!

Y como remate, una comparación: algunos días de playa me hacen acordar a los picnics de la primavera.
Uno llega, arma las cosas, juega a las cartas, se mete al agua, juega al fútbol, lee el diario, pica algo, toma sol, vuelve a jugar a las cartas, relee el diario, come alguna otra cosa, se mete otra vez al agua … y cuando ya está agotado, mira la hora y son las 11 de la mañana.

De todas formas coincidiremos en algo: con los pies en el agua, el mundo es mejor.

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