Una historia de cielos e infiernos.
CAPITULO 1 (1960-1980)
El destino de los elegidos
Dios, el destino, el demonio, o quien sea, le entrega a muy pocos elegidos una virtud que los destaca del resto de los mortales.
Esa virtud, ese don, significa para quien lo recibe, el lapidario escudo de la inmunidad, pero en ciertos casos, también el estilete de la desolación.
Desde esa distribución de dones, aparecen en el mundo los grandes personajes que la historia ampara en libros y fotografías amarillentas.
El siglo XX ha disfrutado de un número bastante exiguo de estos personajes, entonces la aparición de un prodigio en technicolor, omnipotente desde sus habilidades y contestatario desde su origen, no puede provocar otra cosa que no sea un notable fenómeno de masas.
Ese fenómeno, Diego Armando Maradona, despierta amores y odios en igual proporción.
Su vida es una interminable amalgama de fantasías y traiciones, de hazañas y rencores.
A la vez que unos entregan su vida por él, otros lo arrojan hacia el abismo.
Minuto ceroA las 7:05 de la mañana del domingo 30 de octubre de 1960 en el Policlínico de la ciudad de Lanús, en la Provincia de Buenos Aires, Dalma Franco y Don Diego Maradona saludan el nacimiento de su primer hijo varón.
Ese nacimiento es recibido con una indisimulable algarabía en el Policlínico, ya que ese varón interrumpe una seguidilla de once nacimientos consecutivos de mujeres desde la noche anterior.
Dicen aquellos a los que les gustan las leyendas, que la llegada al mundo de ese bebé fue recibida con un estruendo similar a un grito de gol.
Los niños de Villa Fiorito no son niños, son casi hombres en potencia. Para bien y para mal. De las zonas carenciadas nacen generalmente los precoces talentos, ya sea genios del fútbol o diestros delincuentes juveniles.
Muchos siglos antes y en un lugar muy alejado de Villa Fiorito nacía un niño que presentaba algunas rarezas muy peculiares: perfecta dentadura, extraños tatuajes en las plantas de sus pies, brazos tan largos como su cuerpo y el habla desarrollada. El oráculo indicaba para ese niño, que no era otro que Siddharta Gotama, “El Buda”, que sería dos cosas en la vida: o redentor del mundo o rey del mundo.
Tal vez no existió ningún oráculo en la vida del niño de Fiorito, pero el destino le marcaba, también a él, un camino con sólo dos calles.
Sin que nadie lo sospechara siquiera, ese niño morochito de la villa estaba marcado por la fortuna para ser, desde su lugar, el rey del mundo.
Tampoco nadie sospechaba que ese morochito de cara pícara y pelo opaco, tendría que ser, desde todos los lugares, nada más y nada menos, que Diego Maradona.
A los diez meses comienza a caminar y a patear una pelota (o su eventual reemplazo, llámese medias envueltas, bollos de papel, chapitas de cerveza, etc.), sin saberse con exactitud cual destreza despliega primero. Sus pasos iniciales en el fútbol los da en el club “La Estrella Roja de Fiorito” a los 8 años, y en 1969 ingresa a Argentinos Juniors pasando a integrar un equipo infantil mítico en la historia del fútbol criollo: “Los Cebollitas”.
“Desde que me acuerdo siempre tuve una pelota en los pies. Empecé a los seis años a jugar en Fiorito. Mi viejo nació en Corrientes y en sus tiempos jugaba muy bien. Siempre me alentó.
Una vez, mi amigo Gregorio Carrizo se vino a probar a Argentinos Juniors,
a la semana me llevó a mí. Teníamos 10 años y empezamos en el baby. Al año siguiente, en 1971, se formó el equipo de “Los Cebollitas”.
Todos juntos pasamos a la novena de Argentinos y ganamos el campeonato de 1973. Ese mismo año perdimos la semifinal contra Santiago del Estero por penales en un campeonato infantil, pero al año siguiente salimos campeones en Río Tercero.
En 1974 y 1975 jugué en la octava de Argentinos, siempre con el número 10 y siempre haciendo lo mismo que en los potreros de Villa Fiorito”.
Boca y Argentinos ingresan al campo para reanudar el partido en la cancha de Atlanta la tarde del 21 de julio de 1970. El arbitro Andrés García le indica al pibe que con sus mágicas habilidades entretiene a la gente durante el entretiempo, que se retire. El chiquito morocho hace lo de siempre: un taquito y cuando la pelota viene bajando la mata con la zurda, hace la bicicleta y el obediente balón se cobija en sus manos. Entonces ocurre lo que no había ocurrido nunca: las cuatro tribunas empiezan a gritar “que se quede, que se quede”. García le guiña un ojo y Marzolini le acaricia los rulos. Once años más tarde, el destino uniría al rubio defensor de Boca con ese pibito de rulos. Marzolini sería el director técnico del Boca campeón de 1981. El pibito de rulos tendría la 10 en la espalda y las cuatro sílabas más conocidas del mundo: Ma-ra-do-na.
El 28 de septiembre de 1971 se lo cita por primera vez en los medios. En el Diario Clarín aparece el siguiente texto:
“Es zurdo, pero ya sabe usar la derecha. Diego Caradona (sic), diez años, se ganó calurosos aplausos en el entretiempo de Argentinos-Independiente, haciendo gala de una rara habilidad para el jueguito con el empeine y también con el chanfle”.
Para ese entonces se había completado su familia, y a papá Diego y mamá “Tota”, se sumaban los 7 hermanos del “Pelusa”: Ana, Rita, Elsa, Rosa, Raúl, Hugo y Claudia.
Solamente dos años después, empieza a descorrerse el telón de la más maravillosa e increíble historia de un futbolista. El 20 de octubre de 1976, con sólo 15 años, ingresa al circo de la primera división jugando en el viejo estadio de La Paternal contra Talleres de Córdoba.
Argentinos Juniors 0 - Talleres de Córdoba 1
Argentinos: Munutti; Roma, Pellerano, Gette y Minutti; Fren, Giacobetti (45’ Maradona) y Di Donato; Jorge López, Carlos Alvarez y Ovelar (Hallar). DT: Juan Carlos Montes.
Talleres: Quiroga; Ocaño, Luis Galván, Oviedo y Avellaneda; J.D. Cabrera, Ludueña y Valencia; Bocanelli, Bravo (Binello) y Cherini. DT: Rubén Bravo.
Gol: 27’ Ludueña (T)
Arbitro: Maino
“Ni siquiera la inclusión del sorprendente, habilidoso e inteligente ex cebollita Maradona alcanzó para resolver el problema...”, señala la revista El Gráfico en ese primer contacto del futuro rey con el fútbol grande.
“Hacía 40 grados de calor y el único pantalón que tenía era de corderoy. Fuimos a las 11 de la mañana a comer a Jonte con los muchachos y nos fuimos para la cancha. Fue un lindo debut, me acuerdo de que le tiré un caño a Cabrera y que pegamos un tiro en el palo. Pero los puntos se los llevó Talleres”, dijo Diego.
A los 15 años los adolescentes están más para descubrir que para ejecutar. Sus vidas pasan por lugares que los grandes no comprenden, la rebeldía es su estandarte más a mano y los centros de sus escenas están llenos de besos robados, cigarrillos ocultos y escapadas al cine. Esa es la edad en que todo lo sublime se tiene que hacer a escondidas.
A esa altura, cuando todavía no se había quitado los pantalones cortos remendados, a este joven de Villa Fiorito le encajaron un traje de corte italiano para que viva. Y tuvo que hacerlo.
El 14 de noviembre de 1976 convierte su primer gol oficial contra San Lorenzo de Mar del Plata, en el estadio General San Martín de la “Ciudad Feliz” (ese día hace dos goles, para sellar a fuego su primera vez), y poco tiempo después debuta en la Selección Nacional frente a Hungría en la cancha de Boca Juniors. Es el 27 de febrero de 1977. Tiene 16 años y 11 partidos en Primera con dos goles. Entra a los 65 minutos con el número 19 en la espalda, ante el rugido ensordecedor de “La Bombonera”: “Maradooo, Maradooo”.
Argentina 5 - Hungría 1
Argentina: Gatti; Tarantini, Olguín, Daniel Killer y Carrascosa; Ardiles, Gallego y Villa (Jorge Benítez); Housemann (Felman), Luque (65’ Maradona) y Bertoni. DT: César Menotti.
Goles: 13’, 21’ y 42’ Bertoni - 36’ y 47’ Luque.
Arbitro: Ramón Barreto (Uruguay)
El Mundial de fútbol llega por primera vez a la República Argentina, y más allá de la explotación espeluznante que hace de este evento el gobierno militar que regentea el país, el Mundial ‘78 es el gran acontecimiento que espera todo el pueblo, incluida la familia Maradona.
Pero días antes del inicio del campeonato, el entrenador César Menotti le entrega la primera mala noticia de su carrera al chico de Villa Fiorito: es excluido del plantel que disputará (y ganará) la Copa del Mundo.
Derribando sueños
Luego de quedar afuera de la Selección Campeona del Mundo del ‘78, el joven de Fiorito continúa su meteórica carrera hacia el estrellato universal.
Ese mismo año ‘78 se consagra goleador del Torneo Metropolitano, y el 2 de junio de 1979 convierte su primer gol en la Selección Mayor contra Escocia, en la ciudad de Glasgow.
Veintitrés días después, dibuja un golazo en la cancha de River Plate frente al Resto del Mundo, que se transforma en el mejor gol del año.
“Ese fue mi mejor gol en el año. Cuando frené y enganché para adentro, mientras me marcaba Cabrini, no dudé un instante. Le di bien con la cara interna del pie. Cuando vi que la pelota pasaba al marcador me di cuenta de que iba adentro. Lo grité con todas mis fuerzas”.
La foto de ese festejo se convirtió en la foto símbolo de Maradona durante muchos años.
A fines de agosto participa como capitán y máxima figura del Seleccionado Juvenil Argentino que se consagra Campeón Mundial en Tokio, Japón. Es el vicegoleador de ese Mundial (detrás de Ramón Díaz, rival dialéctico años después) y lo consagran como el mejor jugador del torneo. Ese fue un plantel inolvidable.
Sergio García, Abelardo Carabelli, Juan Simón, Rubén Rossi, Hugo Alves, Juan Barbas, Osvaldo Rinaldi, Diego Maradona, Osvaldo Escudero, Ramón Díaz, Gabriel Calderón, Rafael Seria, Daniel Sperandio, Jorge Piaggio, Marcelo Bachino, Alfredo Torres, Juan José Mezza y José Luis Lanao. DT: César Menotti
Por si falta algo, el 21 de diciembre es consagrado como el mejor deportista argentino del año recibiendo el Olimpia de Oro.
El año 1980 es muy particular para Maradona. El martes 19 de febrero, Deportivo Pereira y Argentinos Juniors juegan un amistoso en el estadio Hernán Villegas, de Pereira (Colombia) ante 25 mil personas. A los 25 minutos Diego hace un golazo dejando a seis adversarios desparramados. Todos los diarios colombianos exclaman: nunca vimos un gol así.
El 4 de mayo juegan Argentinos y River en el Monumental (ganan “Los Bichos” 2-0, sendos goles de Diego) y “el diez” la rompe. Ubaldo Fillol, que le ataja un penal en el minuto 18, sufre después la venganza exquisita del nuevo crack.
Nueve días después (martes 13 de mayo) juega en Wembley para la Selección Argentina, que pierde 3-1 con Inglaterra.
Allí realiza una jugada que entra en la historia de “La Catedral del Fútbol”. Media vuelta delante de Thompson, después le gana a Kennedy, pasa entre Sansom y Thompson otra vez, y cuando Clemence intenta el achique, le cruza la pelota al segundo palo. El disparo sale apenas desviado.
“Tenías que haberlo gambeteado”, le dice después su hermano Hugo. Seis años más tarde, Diego le iba a hacer caso.
En ese mismo mes firma un precontrato con el Barcelona de España, y en junio lo vienen a buscar de la Juventus de Italia. Los negocios empiezan a complicarle la vida.
El 14 de septiembre, por la segunda fecha del Campeonato Nacional, Argentinos le gana a San Lorenzo de Mar del Plata 6-0 (tres goles de Diego). El cuarto gol del partido es el gol oficial número 100 de Maradona en el fútbol argentino. Se lo convierte a “La Pantera” Carlos Rodríguez, que al año siguiente será su compañero en el Boca de Marzolini.
“Desbordó Morel y mandó un centro a ras del piso. Sólo tuve que pararla y medir el tiro. Lo sentí de una manera especial. Era el cien”.
En una encuesta internacional realizada por la revista argentina “El Gráfico” a periodistas del continente americano, se elige al mejor jugador de América en 1980 y se lo galardona con “El Gráfico de Oro”. La clasificación final muestra en el primer puesto a Diego Maradona con 485 puntos, seguido por Zico con 292 y Ubaldo Fillol con 120.
No sólo es considerado en América. Su esplendor recorre el mundo entero. El diario Guerin Sportivo de Italia lo incluye en su equipo ideal del mundo de ese año junto a Krol (Holanda), Rummenigge y Schuster (Alemania), Antognoni (Italia) y Zico (Brasil), entre otros. El mundo está pendiente de él. Es, a los 20 años, la gran estrella del fútbol.
“Este pibe podía jugar en mi época, antes y después. Me produce una alegría grande porque tiene todo el atrevimiento de un fútbol más amateur, menos profesionalizado que el de estos días. Tiene todo, hasta la estampa del crack”. (Norberto Tucho Méndez, glorioso futbolista argentino de la década del 40)
“Es un jugador formidable. No es bueno que lo comparen con otros porque lo pueden perjudicar. Tiene condiciones de sobra y además es buen chico”.
(Edson Arantes do Nascimento, Pelé)
Comienza el fin de su carrera en Argentinos Juniors. El club no puede mantenerlo económicamente y las más poderosas entidades del país y del mundo se pelean por el crack.
Su vida cambia irremediablemente.
Nadie puede soportar el vendaval de la fama sin estar preparado y a los 20 años. El dinero ya no es problema, sólo piensa en jugar y divertirse.
Para ese entonces, ya está de novio con una chica de su nuevo barrio (ya había abandonado Fiorito) llamada Claudia Villafañe. Esa mujer lo acompañaría en cada uno de los pasos de la estruendosa vida que le quedaba por vivir.
Su etapa futbolística en Argentinos Juniors culmina luego de una transferencia novelesca a principios de 1981.
Su próximo destino es el Club Atlético Boca Juniors.
CAPITULO 1 (1960-1980)
El destino de los elegidos
Dios, el destino, el demonio, o quien sea, le entrega a muy pocos elegidos una virtud que los destaca del resto de los mortales.
Esa virtud, ese don, significa para quien lo recibe, el lapidario escudo de la inmunidad, pero en ciertos casos, también el estilete de la desolación.
Desde esa distribución de dones, aparecen en el mundo los grandes personajes que la historia ampara en libros y fotografías amarillentas.
El siglo XX ha disfrutado de un número bastante exiguo de estos personajes, entonces la aparición de un prodigio en technicolor, omnipotente desde sus habilidades y contestatario desde su origen, no puede provocar otra cosa que no sea un notable fenómeno de masas.
Ese fenómeno, Diego Armando Maradona, despierta amores y odios en igual proporción.
Su vida es una interminable amalgama de fantasías y traiciones, de hazañas y rencores.
A la vez que unos entregan su vida por él, otros lo arrojan hacia el abismo.
Minuto ceroA las 7:05 de la mañana del domingo 30 de octubre de 1960 en el Policlínico de la ciudad de Lanús, en la Provincia de Buenos Aires, Dalma Franco y Don Diego Maradona saludan el nacimiento de su primer hijo varón.
Ese nacimiento es recibido con una indisimulable algarabía en el Policlínico, ya que ese varón interrumpe una seguidilla de once nacimientos consecutivos de mujeres desde la noche anterior.
Dicen aquellos a los que les gustan las leyendas, que la llegada al mundo de ese bebé fue recibida con un estruendo similar a un grito de gol.
Los niños de Villa Fiorito no son niños, son casi hombres en potencia. Para bien y para mal. De las zonas carenciadas nacen generalmente los precoces talentos, ya sea genios del fútbol o diestros delincuentes juveniles.
Muchos siglos antes y en un lugar muy alejado de Villa Fiorito nacía un niño que presentaba algunas rarezas muy peculiares: perfecta dentadura, extraños tatuajes en las plantas de sus pies, brazos tan largos como su cuerpo y el habla desarrollada. El oráculo indicaba para ese niño, que no era otro que Siddharta Gotama, “El Buda”, que sería dos cosas en la vida: o redentor del mundo o rey del mundo.
Tal vez no existió ningún oráculo en la vida del niño de Fiorito, pero el destino le marcaba, también a él, un camino con sólo dos calles.
Sin que nadie lo sospechara siquiera, ese niño morochito de la villa estaba marcado por la fortuna para ser, desde su lugar, el rey del mundo.
Tampoco nadie sospechaba que ese morochito de cara pícara y pelo opaco, tendría que ser, desde todos los lugares, nada más y nada menos, que Diego Maradona.
A los diez meses comienza a caminar y a patear una pelota (o su eventual reemplazo, llámese medias envueltas, bollos de papel, chapitas de cerveza, etc.), sin saberse con exactitud cual destreza despliega primero. Sus pasos iniciales en el fútbol los da en el club “La Estrella Roja de Fiorito” a los 8 años, y en 1969 ingresa a Argentinos Juniors pasando a integrar un equipo infantil mítico en la historia del fútbol criollo: “Los Cebollitas”.
“Desde que me acuerdo siempre tuve una pelota en los pies. Empecé a los seis años a jugar en Fiorito. Mi viejo nació en Corrientes y en sus tiempos jugaba muy bien. Siempre me alentó.
Una vez, mi amigo Gregorio Carrizo se vino a probar a Argentinos Juniors,
a la semana me llevó a mí. Teníamos 10 años y empezamos en el baby. Al año siguiente, en 1971, se formó el equipo de “Los Cebollitas”.
Todos juntos pasamos a la novena de Argentinos y ganamos el campeonato de 1973. Ese mismo año perdimos la semifinal contra Santiago del Estero por penales en un campeonato infantil, pero al año siguiente salimos campeones en Río Tercero.
En 1974 y 1975 jugué en la octava de Argentinos, siempre con el número 10 y siempre haciendo lo mismo que en los potreros de Villa Fiorito”.
Boca y Argentinos ingresan al campo para reanudar el partido en la cancha de Atlanta la tarde del 21 de julio de 1970. El arbitro Andrés García le indica al pibe que con sus mágicas habilidades entretiene a la gente durante el entretiempo, que se retire. El chiquito morocho hace lo de siempre: un taquito y cuando la pelota viene bajando la mata con la zurda, hace la bicicleta y el obediente balón se cobija en sus manos. Entonces ocurre lo que no había ocurrido nunca: las cuatro tribunas empiezan a gritar “que se quede, que se quede”. García le guiña un ojo y Marzolini le acaricia los rulos. Once años más tarde, el destino uniría al rubio defensor de Boca con ese pibito de rulos. Marzolini sería el director técnico del Boca campeón de 1981. El pibito de rulos tendría la 10 en la espalda y las cuatro sílabas más conocidas del mundo: Ma-ra-do-na.
El 28 de septiembre de 1971 se lo cita por primera vez en los medios. En el Diario Clarín aparece el siguiente texto:
“Es zurdo, pero ya sabe usar la derecha. Diego Caradona (sic), diez años, se ganó calurosos aplausos en el entretiempo de Argentinos-Independiente, haciendo gala de una rara habilidad para el jueguito con el empeine y también con el chanfle”.
Para ese entonces se había completado su familia, y a papá Diego y mamá “Tota”, se sumaban los 7 hermanos del “Pelusa”: Ana, Rita, Elsa, Rosa, Raúl, Hugo y Claudia.
Solamente dos años después, empieza a descorrerse el telón de la más maravillosa e increíble historia de un futbolista. El 20 de octubre de 1976, con sólo 15 años, ingresa al circo de la primera división jugando en el viejo estadio de La Paternal contra Talleres de Córdoba.
Argentinos Juniors 0 - Talleres de Córdoba 1
Argentinos: Munutti; Roma, Pellerano, Gette y Minutti; Fren, Giacobetti (45’ Maradona) y Di Donato; Jorge López, Carlos Alvarez y Ovelar (Hallar). DT: Juan Carlos Montes.
Talleres: Quiroga; Ocaño, Luis Galván, Oviedo y Avellaneda; J.D. Cabrera, Ludueña y Valencia; Bocanelli, Bravo (Binello) y Cherini. DT: Rubén Bravo.
Gol: 27’ Ludueña (T)
Arbitro: Maino
“Ni siquiera la inclusión del sorprendente, habilidoso e inteligente ex cebollita Maradona alcanzó para resolver el problema...”, señala la revista El Gráfico en ese primer contacto del futuro rey con el fútbol grande.
“Hacía 40 grados de calor y el único pantalón que tenía era de corderoy. Fuimos a las 11 de la mañana a comer a Jonte con los muchachos y nos fuimos para la cancha. Fue un lindo debut, me acuerdo de que le tiré un caño a Cabrera y que pegamos un tiro en el palo. Pero los puntos se los llevó Talleres”, dijo Diego.
A los 15 años los adolescentes están más para descubrir que para ejecutar. Sus vidas pasan por lugares que los grandes no comprenden, la rebeldía es su estandarte más a mano y los centros de sus escenas están llenos de besos robados, cigarrillos ocultos y escapadas al cine. Esa es la edad en que todo lo sublime se tiene que hacer a escondidas.
A esa altura, cuando todavía no se había quitado los pantalones cortos remendados, a este joven de Villa Fiorito le encajaron un traje de corte italiano para que viva. Y tuvo que hacerlo.
El 14 de noviembre de 1976 convierte su primer gol oficial contra San Lorenzo de Mar del Plata, en el estadio General San Martín de la “Ciudad Feliz” (ese día hace dos goles, para sellar a fuego su primera vez), y poco tiempo después debuta en la Selección Nacional frente a Hungría en la cancha de Boca Juniors. Es el 27 de febrero de 1977. Tiene 16 años y 11 partidos en Primera con dos goles. Entra a los 65 minutos con el número 19 en la espalda, ante el rugido ensordecedor de “La Bombonera”: “Maradooo, Maradooo”.
Argentina 5 - Hungría 1
Argentina: Gatti; Tarantini, Olguín, Daniel Killer y Carrascosa; Ardiles, Gallego y Villa (Jorge Benítez); Housemann (Felman), Luque (65’ Maradona) y Bertoni. DT: César Menotti.
Goles: 13’, 21’ y 42’ Bertoni - 36’ y 47’ Luque.
Arbitro: Ramón Barreto (Uruguay)
El Mundial de fútbol llega por primera vez a la República Argentina, y más allá de la explotación espeluznante que hace de este evento el gobierno militar que regentea el país, el Mundial ‘78 es el gran acontecimiento que espera todo el pueblo, incluida la familia Maradona.
Pero días antes del inicio del campeonato, el entrenador César Menotti le entrega la primera mala noticia de su carrera al chico de Villa Fiorito: es excluido del plantel que disputará (y ganará) la Copa del Mundo.
Derribando sueños
Luego de quedar afuera de la Selección Campeona del Mundo del ‘78, el joven de Fiorito continúa su meteórica carrera hacia el estrellato universal.
Ese mismo año ‘78 se consagra goleador del Torneo Metropolitano, y el 2 de junio de 1979 convierte su primer gol en la Selección Mayor contra Escocia, en la ciudad de Glasgow.
Veintitrés días después, dibuja un golazo en la cancha de River Plate frente al Resto del Mundo, que se transforma en el mejor gol del año.
“Ese fue mi mejor gol en el año. Cuando frené y enganché para adentro, mientras me marcaba Cabrini, no dudé un instante. Le di bien con la cara interna del pie. Cuando vi que la pelota pasaba al marcador me di cuenta de que iba adentro. Lo grité con todas mis fuerzas”.
La foto de ese festejo se convirtió en la foto símbolo de Maradona durante muchos años.
A fines de agosto participa como capitán y máxima figura del Seleccionado Juvenil Argentino que se consagra Campeón Mundial en Tokio, Japón. Es el vicegoleador de ese Mundial (detrás de Ramón Díaz, rival dialéctico años después) y lo consagran como el mejor jugador del torneo. Ese fue un plantel inolvidable.
Sergio García, Abelardo Carabelli, Juan Simón, Rubén Rossi, Hugo Alves, Juan Barbas, Osvaldo Rinaldi, Diego Maradona, Osvaldo Escudero, Ramón Díaz, Gabriel Calderón, Rafael Seria, Daniel Sperandio, Jorge Piaggio, Marcelo Bachino, Alfredo Torres, Juan José Mezza y José Luis Lanao. DT: César Menotti
Por si falta algo, el 21 de diciembre es consagrado como el mejor deportista argentino del año recibiendo el Olimpia de Oro.
El año 1980 es muy particular para Maradona. El martes 19 de febrero, Deportivo Pereira y Argentinos Juniors juegan un amistoso en el estadio Hernán Villegas, de Pereira (Colombia) ante 25 mil personas. A los 25 minutos Diego hace un golazo dejando a seis adversarios desparramados. Todos los diarios colombianos exclaman: nunca vimos un gol así.
El 4 de mayo juegan Argentinos y River en el Monumental (ganan “Los Bichos” 2-0, sendos goles de Diego) y “el diez” la rompe. Ubaldo Fillol, que le ataja un penal en el minuto 18, sufre después la venganza exquisita del nuevo crack.
Nueve días después (martes 13 de mayo) juega en Wembley para la Selección Argentina, que pierde 3-1 con Inglaterra.
Allí realiza una jugada que entra en la historia de “La Catedral del Fútbol”. Media vuelta delante de Thompson, después le gana a Kennedy, pasa entre Sansom y Thompson otra vez, y cuando Clemence intenta el achique, le cruza la pelota al segundo palo. El disparo sale apenas desviado.
“Tenías que haberlo gambeteado”, le dice después su hermano Hugo. Seis años más tarde, Diego le iba a hacer caso.
En ese mismo mes firma un precontrato con el Barcelona de España, y en junio lo vienen a buscar de la Juventus de Italia. Los negocios empiezan a complicarle la vida.
El 14 de septiembre, por la segunda fecha del Campeonato Nacional, Argentinos le gana a San Lorenzo de Mar del Plata 6-0 (tres goles de Diego). El cuarto gol del partido es el gol oficial número 100 de Maradona en el fútbol argentino. Se lo convierte a “La Pantera” Carlos Rodríguez, que al año siguiente será su compañero en el Boca de Marzolini.
“Desbordó Morel y mandó un centro a ras del piso. Sólo tuve que pararla y medir el tiro. Lo sentí de una manera especial. Era el cien”.
En una encuesta internacional realizada por la revista argentina “El Gráfico” a periodistas del continente americano, se elige al mejor jugador de América en 1980 y se lo galardona con “El Gráfico de Oro”. La clasificación final muestra en el primer puesto a Diego Maradona con 485 puntos, seguido por Zico con 292 y Ubaldo Fillol con 120.
No sólo es considerado en América. Su esplendor recorre el mundo entero. El diario Guerin Sportivo de Italia lo incluye en su equipo ideal del mundo de ese año junto a Krol (Holanda), Rummenigge y Schuster (Alemania), Antognoni (Italia) y Zico (Brasil), entre otros. El mundo está pendiente de él. Es, a los 20 años, la gran estrella del fútbol.
“Este pibe podía jugar en mi época, antes y después. Me produce una alegría grande porque tiene todo el atrevimiento de un fútbol más amateur, menos profesionalizado que el de estos días. Tiene todo, hasta la estampa del crack”. (Norberto Tucho Méndez, glorioso futbolista argentino de la década del 40)
“Es un jugador formidable. No es bueno que lo comparen con otros porque lo pueden perjudicar. Tiene condiciones de sobra y además es buen chico”.
(Edson Arantes do Nascimento, Pelé)
Comienza el fin de su carrera en Argentinos Juniors. El club no puede mantenerlo económicamente y las más poderosas entidades del país y del mundo se pelean por el crack.
Su vida cambia irremediablemente.
Nadie puede soportar el vendaval de la fama sin estar preparado y a los 20 años. El dinero ya no es problema, sólo piensa en jugar y divertirse.
Para ese entonces, ya está de novio con una chica de su nuevo barrio (ya había abandonado Fiorito) llamada Claudia Villafañe. Esa mujer lo acompañaría en cada uno de los pasos de la estruendosa vida que le quedaba por vivir.
Su etapa futbolística en Argentinos Juniors culmina luego de una transferencia novelesca a principios de 1981.
Su próximo destino es el Club Atlético Boca Juniors.
Marcelo Mármol De Moura
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