A los 11, comenzó su carrera como saltador uniéndose a un club de natación de California.
En 1976 participó de los Juegos Olímpicos de Montreal formando parte de la selección de Estados Unidos. Ganó una medalla de plata en Plataforma detrás del italiano Dibiasi.
A los juegos de Moscú ’80 no asistió por el boicot que se le hizo a la Unión Soviética.
Pero en Los Angeles ’84 retornó a las medallas. Allí se convirtió en el segundo hombre en ganar dos doradas en saltos ornamentales en los mismos juegos.
Fue campeón olímpico en Trampolín y Plataforma.
Sus imágenes en Seúl ’88 recorrieron el mundo. Cometió un tremendo error de cálculo que lo hizo estrellar de cabeza contra el trampolín. Cayó desmayado al agua, pero media hora después volvió a competir y a quedarse una vez más con la medalla dorada.
Las hazañas deportivas de Louganis no iban en paralelo con su vida privada.
Hijo adoptado, de chico sufrió dislexia (dificultad para comprender el lenguaje escrito). A los 9 años empezó a fumar y a los 11 a consumir alcohol y drogas.
Su condición de homosexual también fue un flanco con el que tuvo que combatir por la permanente discriminación a la que fue sometido.
Tuvo muchos problemas con una pareja, que lo maltrataba psicológica y físicamente.
Poco antes de participar en los juegos de Seúl se enteró de que tenía Sida. Fue su último acto dentro del deporte.
El más grande saltador de la historia se dedicó a la actuación y entre sus cielos e infiernos participó de varias películas reconocidas.
Una vida llena de saltos.
Sin red.
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