domingo, 27 de marzo de 2011

LA INMENSA SOLEDAD DE MESSI

Muchos dicen que Maradona ganó por su cuenta y cargo el Mundial de México '86, que esa Selección de Bilardo estaba armada a imagen y semejanza del 10 del Nápoli y que los demás solamente acompañaban.
Puede ser cierto, aunque esa selección deslumbraba por el funcionamiento colectivo al que Diego sublimaba con su talento incomparable.

Ni el mayor momento de esa soledad Maradoniana en aquella selección se compara con esta soledad que padece Lionel Messi en el actual equipo del Checho Batista.
Parece Patoruzú, tira el centro y lo tiene que cabecear. Está en la misa y en la procesión, mientras los demás deambulan el campo mirándolo.

Messi es un genio que habla otro idioma al de sus compañeros.
Necesita alguien que lo entienda: el Burruchaga que tenía Maradona.

Frente a Estados Unidos solo le faltó atajar la pelota que no pudo detener Andújar, porque después hizo todo.
Quitó, peleó, gambeteó, buscó paredes. Pero del otro lado de la línea casi siempre aparecía una voz que le decía: "el número solicitado no corresponde a un abonado en servicio".

Messi debió ganar el partido y sus compañeros merecieron el empate.

Batista deberá armar, de la boca para adentro, un equipo que gire en torno a él.
Pero con diez abonados en servicio, si es posible.

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